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La pandemia: al límite a nivel emocional
La mayoría de nosotros estaremos de acuerdo con que la situación que estamos viviendo se está dilatando demasiado en el tiempo ¿verdad? La pandemia está generando que nos encontremos inmersos en un proceso de adaptación continuo y cambiante, lo cual puede conducirnos a un estado emocional de desconcierto.
Las normas que hoy tenemos que "cumplir", mañana ya no sirven. Sin duda, no estamos habituados a funcionar de esta manera, ni a enfrentarnos a una problemática de estas dimensiones.
Al ser humano la estabilidad le transmite seguridad y confianza, la inestabilidad y los cambios que carecen de un sentido lógico y son poco previsibles, desestabilizan y generan ansiedad e inadaptaciones.
Y lo peor, parece que no somos capaces de vislumbrar una luz al final del túnel, ni siquiera un haz de luz que nos genere algo de esperanza y que nos proporcione algo de serenidad.
Cada día que pasa nos vamos sintiendo más agotados, tristes y las fuerzas comienzan a "flaquear".
Se acerca la fecha de la llamada "primera ola" y, un año después, continuamos igual o peor. Con el agravante de haber sufrido un desgaste emocional y físico, entre otras.
La cifra de muertos por la Covid-19 en nuestro país en particular, y en el mundo en general, es realmente espeluznante, por no decir terrorífica.
Una pregunta que quizás nos hemos hecho la mayoría de nosotros en algún momento, pero que a lo mejor no hemos compartido abiertamente es ¿nos estamos realmente acostumbrando a que cada día mueran en España cientos de personas? Y a continuación, el sentido común puede dirigirnos a otra cuestión ¿Qué se está haciendo mal? ¿Se van a depurar responsabilidades? Una muerte más o una muerte menos, acaso ¿no tiene importancia?
Realmente el ser humano ¿puede llegar a insensibilizarse? Si a mí no me afecta en primera persona, ¿no importa? Puede incluso ¿Qué no esté ocurriendo realmente? Son muchas cuestiones que necesitan ser respondidas.
Hay que resaltar que la mayoría de los ciudadanos se están comportando de manera cívica y ejemplar. Acatando las normas impuestas, así como aplicando a la máxima potencia, la paciencia y la tolerancia.
No obstante, es quizás en periodos más críticos a nivel social, económico y político cuando se hace más evidente a lo que puede llegar el hombre y los límites que es capaz de traspasar para alcanzar su propio beneficio.
No es entendible desde la razón ni desde el establecimiento de un código ético humano, donde deben primar valores como la empatía, la honestidad y la justicia, que haya personas que, por su posición "privilegiada", sean vacunadas sin seguir el protocolo sanitario. Sin duda, hay que priorizar y vacunar en un primer momento a los grupos de riesgo y de mayor vulnerabilidad.
¿Qué tipo de modelo ético se está ofreciendo a la sociedad? ¿Qué medidas sancionadoras se están tomando? Desde la modificación de conducta es básico el concepto de que para incrementar la frecuencia de una conducta, ésta tiene que ser reforzada. Sin embargo, para disminuirla, debe aplicarse el castigo de manera inmediata a la conducta que queremos extinguir. ¿Por qué no se aplica algo tan básico? ¿Acaso la vida de una persona tiene más valor que la de otra?
Por último, no podemos obviar tampoco, que la pésima gestión por parte de nuestros dirigentes políticos está generando un gran debate político en la sociedad, incluso llegando a la confrontación y a generar una fuerte crispación entre los ciudadanos. Se están despertando emociones como la ira, el enfado, el miedo, la impotencia o la frustración, entre otras, que pueden llegar a generar en un futuro verdaderos altercados públicos, si no se reconduce adecuadamente esta situación.
Es fundamental transmitir a la sociedad esperanza y recursos suficientes para enfrentarse a esta crisis. Y para ello las directrices que se faciliten deben estar sustentadas por el rigor científico, la responsabilidad de nuestros políticos y la rigurosidad del trabajo bien hecho. ¡No todo vale! Sólo así se conseguirá recuperar la confianza del ciudadano y sobre todo, salvar vidas.
No hay nada más prioritario que una vida y si para ello es necesaria la vacunación, que ese sea el principal objetivo a alcanzar, en el menor tiempo posible, con la mayor seguridad y garantía.
Gemma del Val Peralta
Psicóloga Sanitaria y Forense